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El Bautizo Campestre: Día 4: El viaje

Andrea y yo habíamos quedado calientes con nuestras experiencias matutinas. Sin mucho pensarlo, decidí calmar nuestras libidinosas necesidades de un modo poco usual.

I

El agua caliente aún escurría por el sexy cuerpo de mi novia. El vapor lo envolvía todo en un manto de humedad y calor mientras, fuera de la ducha, secaba mi cuerpo. Era increíble, pero seguía excitado. Y es que nunca pude evitar calentarme con la desnudez de Andrea. Venía de follar, pero no había sido suficiente. Quería más.

Andrea: Amor…
Yo: mmmmm.
Andrea: quiero hacerlo…
Yo: -con una sonrisa en los labios- eres incorregible. Yo también quiero, pero estamos justos. Te puedo proponer algo compensatorio???
Andrea: -abriendo las cortinas, mostrándome su húmeda desnudez y una burlesca sonrisa iluminando su rostro- A ver?
Yo: trajiste esa minifalda que apenas te tapa el culito y que siempre me vuelve loco?
Andrea: si, por?
Yo: quiero que te la pongas con esa blusita abotonada semi transparente y las chalas blancas con terraplén, pero… sin ropa interior.
Andrea: mmmm… miren al pillín… está bien, te seguiré el juego. Sé que no vale la pena preguntarte nada.
Yo: así es.

Me vestí rápido, guardé en mi bolsillo unos colaless de Andrea y salí de la pieza con el propósito de hablar con Enrique y decirle que no nos iríamos con ellos. Acto seguido, hablé con don Aurelio, uno de los 8 hermanos vivos (eran 14) de don Arturo, quien era el dueño de una mini van en la que llevaría a otros 2 viejos.

Además de Aurelio (71), irían con nosotros: Ramiro (69) y Jorge (67). En la van cabían cómodamente 7 personas distribuidas en 3 corridas de asientos. En el frente; el piloto y copiloto.

Al centro, dos butacas que podían esconderse, dejando entre los asientos delanteros y los traseros un considerable espacio. Luego, los tres restantes para completar el número de la suerte entran cómodos en la tercera corrida.

Cuando nos acercábamos al transporte, los piropos de los vejetes no se hicieron esperar. Mi novia, acostumbrada a ello, con una luminosa sonrisa, saludó de apretón de manos y beso en la mejilla a cada uno.

Aurelio recibió en ambas mejillas por ser el hermano del anfitrión. Tras los saludos, nos dispusimos a entrar al vehículo. A petición mía, Aurelio dejó guardada la corrida del medio. Así Andrea inevitablemente iría en medio de los hombrones, pensé, pero le dije, -además, así Jorge podría estirar las piernas.- La verdad, no lo pensó mucho y accedió.

Entonces, al oído le susurré a Andrea, -ya, cariño, comenzó el show… siéntese al medio- y, en voz alta, agregué: -Las damas primero-, para luego, tomarla de la mano, ayudándola en su ingreso.

Los viejos quedaron enfermos de los nervios cuando notaron que la joven y bella mujer no traía ropa interior. Las exclamaciones fueron inevitables, mas todas fueron más bien dirigidas a exaltar la hermosa, sexy y caliente mujer que Andrea era.

Cuando todo se calmó, quedamos del siguiente modo: Adelante: Aurelio y yo. Y en la corrida final, Ramiro (R), Andrea y Jorge (J).

Andrea, cruzada de piernas, conversaba animadamente con ambos. Se reía con frecuencia y jugaba con su pelo. Le gustaban las atenciones que los viejos le prodigaban. Rápidamente los viejos notaron que la chiquilla no se escandalizaba fácilmente.

Es más, con su ayuda, los temas se hicieron más picantes y con ello inevitablemente las bromas, con el correr de los minutos, fueron subiendo de tono. Sin embargo, mi novia parecía cómoda entre los viejos y ellos, totalmente encantados con ella.

Cada cierto tiempo, entre risas y bromas, Jorge o Ramiro, le palmeaban el muslo o el brazo a la altura de las tetas en un gesto de aparente camaradería.

Jorge: jajajaj… eres increíble, chiquilla. Me siento de 50 a tu lado. Qué piensas, Rami… Oye, despabila, baboso…
Ramiro: -Andrea y Jorge, reían a carcajadas- Cuando se callen les digo…
Andrea: -apoyando su mano en la pierna, a centímetros de la polla- vamos, no te enojes… te escuchamos.
Ramiro: -mejillas ruborizadas- ejmmm… Si me lo permite acá la dama presente, seré lo más franco que las buenas costumbres me lo permiten… Si no estuviera de novia con ese chiquillo tan buen cabro, me casaría con usted y la haría vivir como a una reina.
Aurelio: -desde el volante- y con qué ropa si con suerte te alcanza para ir al puterío de la ciudad una vez por mes…
Todos: jajajaja jajajaj jajajaj jajajaja…
Andrea: Ustedes van a hacer que me orine encima con tanta risa… Esperen un cachito, -les dijo a Jorge y Ramiro, levantándose con el fin de aproximarse y hablarme en voz baja, y, de paso, coquetamente, mostrarlo todo a quienes quedaron detrás de ella, de nuevo-. Dani, necesito orinar.
Yo: Aurelio, Andrea necesita orinar.
Aurelio: no hay problema, mijo, -dijo al tiempo que detenía lentamente el carro-.
Andrea: abran la puerta por favor, chicos. Gracias. No, no la cierren que me da miedo quedar o sentirme sola.

II

Acto seguido y frente a todos, levantó su mini y, agachándose, comenzó a orinar. Todos tenían cara de sorprendidos y calientes. Nadie le sacaba la vista de encima y Andrea lo sabía.

Andrea: Jorge, me prestarías tu pañuelo para secarme…
Jorge: por supuesto, mijita. Tome.

Andrea recibió el pañuelo y tal como estaba se lo pasó por todo el ya mojado y excitado coño tras lo cual lo devolvió. Jorge, llevándoselo a la nariz, aspiró con vehemencia cada centímetro del trozo de algodón.

Jorge: Cosita más rica… qué mujer que eres…
Ramiro: una diosa, eso es lo que eres, Andreita… una diosa.
Andrea: ay chicos, me hacen sentir como a una reina. Gracias.

Bajándose la falda recorrió la distancia hasta la van en 4 pasos. De un salto subió, empero no se sentó en medio de los viejos, estirándose a todo lo ancho del suelo alfombrado, justo frente a ellos. Apoyó la cabeza en su mano.

Aurelio: mijita, si se va a quedar ahí deje que le ponga la colchoneta. Así queda más blandita y cómoda.

De un salto, Andrea, subió al asiento trasero, ubicándose entre los dos vejetes, jugueteando con sus piernas estiradas, llamando la atención de Aurelio, el que con un ojo acomodaba la colchoneta y con el otro le taladraba el coño.

Terminada la tarea, Andrea se lanzó sobre ella, quedando estirada de frente a su público con la falda en la mitad del culo y una lobuna sonrisa adornando su rostro. Con un ojo en mi noviecita, Aurelio me conversaba…

Aurelio: Mijo, no te molesta eso. –Dijo apuntando a Andrea con un gesto de la boca-.
Yo: -levantando los hombros- la conocí así… qué te puedo decir… al menos por ahora, me gusta.
Aurelio: puedes manejar tú… Te debería una.
Yo: dale.
Aurelio: mira, de aquí hay unos 20 kms hasta una encrucijada. Ambos caminos llegan a la playa, pero por el de la izquierda te demoras 1 hora y por el otro, casi tres… Después de una curva, de lejos, vas a ver a tu izquierda una entrada… Es la única senda para autos que te encontrarás. Si la sigues por unos 200 metros, quedas cerca del camino y escondido de él entre unos viejos sauces…
Andrea: Ya po chicos, partamos…
Aurelio: Tremenda hembra que tienes… el camino está en buen estado y el bautizo es a las 2… y son recién las 10… tamo???
Yo: déjame hasta ahí… no se diga más…

Los tres viejitos ocupaban el asiento del fondo. Andrea, se estiraba y jugueteaba de modo que, todo el tiempo, mostraba algo demás. Con Aurelio al volante íbamos a 80 kms por hora. Conmigo en cambio, rodábamos a no más de 60.

Andrea:  a ver… les quiero hacer una pregunta…
Aurelio: desembuche…
Andrea: hemos bromeado sobre el asunto, pero de verdad… en serio… Aún se les para o solo alardean… díganme la verdad…
Jorge: a mi si…
Ramiro: a mí también, pero le cuesta la partida.
Aurelio: no me mire a mi mijita… por supuesto que tengo viva la diuca todavía…
Todos: jajajaj jjajajaja ajjajaja.
Andrea: y ahora la tienen vivita o no… -los tres negaron con la cabeza- y qué les hacen sus mujeres para ponerlos a punto?
Aurelio: somos viudos, pero ya que lo preguntas, una mujer desnuda siempre nos motiva. Sobre todo si es una mujer desnuda igual de hermosa y sensual que tú. Qué opinan, muchachos?
Jorge: te apoyo 100%.
Ramiro: igual, pascual…
Andrea: miren a los perlas… mmmmm… Prometen que será nuestro secreto… -con caras de bobo los tres asintieron-. Está bien, pero solo pueden mirar… ¿Estamos?
Los tres: ya!

III

Sonrío al tiempo que levantaba su cuerpo lo suficiente para desabrochar y quitarse la mini. Luego, irguiéndose sobre sus rodillas, desabotonó uno a uno los botones de su blusa, quitándosela lentamente…

En un abrir y cerrar de ojos, tres veteranos tenían frente a ellos, a menos de dos metros, a una joven, sexy, caliente y exquisita mujer, mostrándose sin pudor alguno tal como vino a este mundo. Ante su desnudez, los tres viejos la observaban absortos, tocándose encima del pantalón sus vergas para apurarlas en su despertar.

 Por mi parte, estaba a mil y no solo por lo exquisito de su cuerpo y lo morboso de la escena. Eran, más bien, esa actitud de puta con garbo, con clase, sumada a su cara de recatada inocencia, las que me embrutecían la razón y  mantenían a su lado. Dicho de otro modo, me tenía de una bola.

En la parte de atrás en tanto, Andrea, sentada frente a ellos, abiertas las piernas de par en par, les ofrecía un inmejorable panorama de sus partes más íntimas. Erectos y duros, anhelantes se erguían sus perfectos pezones.

Ahí estaba, una vez más, haciéndola de puta, tocándose, en esta ocasión, para tres veteranos, mientras el cornudo, o sea yo, las oficiaba de conductor de la “follavan”. Hacía poco habíamos descubierto que le gustaba mostrarse. El tener la certeza de sentirse deseada era a la vez una constante búsqueda y una inagotable fuente de lívido para ella.

Entre tanto erotismo, los tres viejos no aguantaron más y sacaron sus vergas para meneárselas… Andrea se impresionó con el tamaño de las cornetas de Aurelio y Ramiro. Eran más grandes y gruesas de lo normal… Al menos unos 20 cms y todavía no estaban totalmente erectas.

Andrea, siempre frente a ellos, cambió la posición, quedando como si estuviese cabalgando una polla. Siguió tocándose las tetas y el coño. Su cara era otra. Había deseo, lujuria. La conocía. Sabía que quería mucho más que solo exhibirse. Ella quería… necesitaba sexo.

Jorge fue el primero en acercarse con el pretexto de ser corto de vista, sentándose al lado izquierdo de mi novia quien comenzaba a gemir y contonearse producto de la calentura. Entonces, sin sacarle los ojos a la verga de Jorge, frotaba su coño con decisión, en una van, frente a tres hombres de la tercera edad, pero en ningún caso ancianos, a 40 kms por hora, con un conductor que manejaba con un ojo fijo en el retrovisor y el otro a medias en el camino.

De pronto, Ramiro, totalmente desnudo y con la corneta parada se acercó por el otro lado, pero a diferencia de Jorge, le dejó su polla a escasos centímetros de la boca. Dos segundos después, Andrea se engullía la corneta de Ramiro a todo vapor.

Al ver eso, Aurelio se fue directo al coño, penetrándolo con sus dedos corazón y anular de un solo empellón. Andrea, al sentir la penetración, cargó su cuerpo un poco hacia atrás, facilitándola. Necesitaba sentir…

Jorge, a su vez, colgaba de su pechuga derecha como lactante inexperto, chupándola con fervor. Una vez más, Andreita, gozaba al punto de experimentar el primer orgasmo del viaje, empero ninguno de los tres la soltó.

Andrea, recibía desde todos los ángulos y en todo su cuerpo: besos, frotadas, caricias y lamidas que solo intensificaron su reciente orgasmo, activando un deseo irreprimible, irresistible, el cual solo buscaba satisfacerse.

IV

Fue Jorge quien primero la penetró. Se puso encima de ella y de una sola clavada llegó hasta el fondo. De inmediato comenzó a follársela como un animal… Andrea gemía y repetía lo rico que estaba… Acabaron juntos en un intenso orgasmo, con Jorge sobre Andrea, besándose tiernamente…

El vacío dejado por Jorge por cubierto rápidamente por Ramiro. Este le pidió que se pusiera en cuatro patas a lo que mi noviecita accedió prontamente. En cuanto estuvo lista, el viejito se la clavó de una sola vez.

La cara de placer de ambos era evidente. Unos segundos permaneció con la tranca enchufada hasta las pelotas, inmóvil, para luego, abruptamente, sacarla del todo y de inmediato volverla a meter hasta el tope… Repitió la dosis por un par de minutos.

Los quejidos que comenzó a emitir mi mujercita producto del aumento de la velocidad del mete y saca, eran música para mis oídos. No tardó demasiado en llegar… Primero Andreita y segundos después Ramiro, se sentían aturdidos por el intenso placer que experimentaban.

Impaciente, Aurelio le tocó el hombro a su compadre. Éste al entender la situación se salió de inmediato. El hombre la dio vuelta y, ubicándole su descomunal corneta en la entrada del coño, ejercía la presión suficiente solo para insertarle hasta la cabeza…

Cuando iniciaba la cuarta penetrada de solo la cabeza de su bestial herramienta, volvimos a escuchar los gemidos de mi putita mujer. La muy zorrita nuevamente estaba lista para la guerra.

Fue el aviso para el hombre comenzó a llegar cada vez más profundo en cada estocada. Al llegar al final del camino comenzó con el mete y saca lento que no alcanzó a durar tres embestidas, pues enseguida pasó a un ritmo furibundo, demoledor.

Andrea gritaba, al principio de dolor, pero poco a poco sus quejidos se tornaron en gemidos a pesar que Aurelio le estaba destrozando el coño con su corneta de 23 cm.

Aurelio, al igual que los otros dos vejetes, follaba con inusitado vigor, aumentando el ritmo y fuerza en cada metida. Al tiempo que acababa, también dentro de mi pololita, los aullidos y contorsiones de Andrea indicaban que, otra vez, alcanzaba, con fanfarrias, un nuevo clímax.

Menos de diez segundos después, seis manos acariciaban el transpirado cuerpo de Andrea. Yacía, de espalda, con los ojos cerrados, siendo presa de cada una de las sensaciones que se estaba permitiendo sentir.

Un par de minutos me tomó darme cuenta que los cuatro se habían quedado dormidos. Encendí la radio y apreté el acelerador. Por casi 20 minutos conduje a 100 kms por hora. Al poco y tal como lo había anunciado Aurelio, desde lejos pude ver el sendero.

Disminuí la velocidad para ingresar a la polvorienta senda. Continué conduciendo por un par de minutos hasta que aparecieron los viejos sauces… Avancé un par  de metros y bajo la sombra del primero me quedé.

Al bajar, dejé mi corneta que estaba a punto de estallar, libre. Di la vuelta y abrí la puerta lateral. Ahí estaba la niña, durmiendo desnuda entre medio de tres viejos que acaban de follársela. Sonreí.

No pude evitar estirar mi mano para tocar una de sus piernas. Al contacto, despertó y luego de notar mi situación, con una sonrisa de satisfacción en la cara susurró, -espérame-.

V

Mientras se limpiaba y salía silenciosamente de la van yo estiré en el prado un chal de 2x2. Llegó a mi desnuda. Nos besamos. Al terminar el beso, la tomé por los brazos y acosté sobre el improvisado lecho.

Andrea: fóllame como si no me conocieras… fóllame como si me hubieses pagado por eso… ven…

Me puse sobre ella, clavándosela hasta el fondo de una sola vez lo que no resultó tan difícil por lo flojo que ya tenía el coño después de tres tremendas folladas… Le di duro por varios minutos en diferentes posiciones.

Cuando por segunda vez la tenía en cuatro patas en vez de buscar su coño, apunté a su culo y a diferencia de todas las anteriores veces, le incrusté mi ya insensible corneta hasta las pelotas de una sola vez, comenzando de inmediato con el mismo ritmo que ya traía desde hacía varios minutos.

Los espasmos de Andrea lograron que acabara en sus entrañas como si nunca antes lo hubiera hecho… De inmediato sentimos los aplausos y pullas varias. Eran los vejetes con sendas sonrisas en sus caras y que al parecer, desde hacía rato nos observaban.

Andrea: necesito un baño…
Aurelio: -tomándola en brazos con facilidad- venga…

A menos de 50 metros corría un tranque de no más de un metro de ancho por medio de profundidad. La depositó en la orilla. Andrea se bañó y secó con un entusiasta público. Cuando buscó su ropa, Aurelio tomándola gentilmente de la mano le dijo: -quédese así por favor, mijita- en lo que todos estuvimos de acuerdo.

Andrea: -Sonriendo- Está bien, pero me dejan descansar un rato… Estoy rendida.
Aurelio: echo… al fin y al cabo, nosotros lo necesitamos más que tú. –Lo dijo apuntando su lacia verga.- Todos nos reímos.

La hora restante de trayecto bromeamos y reímos de buenas ganas. Andrea, desnuda, se lució para ellos sin tapujos ni pudor alguno. En dos palabras: absolutamente sexy.

Cerca de las dos de la tarde, Aurelio, de copiloto, me daba indicaciones para llegar a la casa de su hermano. Andrea terminaba de arreglarse justo a tiempo. Estacionados a unos metros de la capilla y listos para bajar e ingresar a la ceremonia, Jorge, con los ojos brillosos por las lágrimas no vertidas, señaló.

Jorge: saben amigos, no tengo memoria de un mejor viaje a la playa… qué opinan?
Ramiro: sin duda, amigo, mío, sin duda.
Aurelio: Andreita linda, eres una diosa… gracias por consentir a estos viejos.
Andre: Si me prometen un retorno igual o mejor, les doy mi palabra que nos vamos juntos de vuelta…

La iglesia estaba a la mitad de su capacidad. Los 5 tomamos asiento al fondo. La ceremonia fue corta, durante la cual, los viejos no le sacaron los ojos de encima a Andrea, pues, con su qué, en medio de la homilía, se levantó y sentó en la banca de delante, no sin antes levantarse aún más su falda para mostrarles el resto del rito su adorable culo.